ATRAPADOS EN HOLDEN

GENTE  PORTADA DE LA REVISTA  TIEMPO  LEONOR  DE BORBON

Sólo hay una cosa más fácil que escandalizar a un cura, y es escandalizar a un progresista. De hecho es tanto más fácil lograr lo segundo que lo primero, toda vez que el de la sotana cuenta con multitud de herramientas para lidiar con la contrariedad, como la resignación, la comprensión de los males del mundo o la asunción del libre albedrío para otros como para sí, mientras que el progresista viene tan cargado de razón que sólo cuenta con dos herramientas: si algo no le gusta, o debería estar prohibido, o es mentira. Haga la prueba: nunca falla. El último susto que ha aquejado al progresismo ha venido por hacerse públicos ciertos hábitos de la Princesa Leonor. «Lee a Stevenson y Carroll, le gustan las películas de Kurosawa, domina el inglés y tiene una perrita llamada Sara». Esto último es el equivalente regio al «y una vez vi un zepelín» del hermano falso de Homer Simpson, (referencia apta para progresistas) y suponemos que ha sido incluido en portada para humanizar al personaje tras semejantes boutades elitistas y así curarse en salud ante posibles reacciones alérgicas del receptor de progreso. Poco ha servido, me temo.

Una de las consecuencias deseables de las redes sociales es la naturalidad con la que retrata el proceso del pensamiento colectivo. Especialmente, del colectivista. Así, tras el estupor inicial el consenso progresista se inclinó automáticamente por un «no me gusta». Concretamente, no ha sentado bien que la futura Reina de España lea La isla del tesoro. ¿Cómo podría? Una historia de aprendizaje, de ambición, de traiciones, de piratas, empalizadas, escaramuzas, náufragos olvidados, figuras paternas altamente cuestionables y sobre todo, de tesoros enterrados. O sea, de sueños, pues todo tesoro enterrado es un sueño al fin. Incluso cuando está enterrado a plena vista, como el Halcón Maltés. Pero bueno, me estoy adornando en vano: nadie que se moleste porque una niña de once años lea La Isla del Tesoro HA LEÍDO la Isla del Tesoro. Y si lo ha leído, «olvidaron hace mucho que una vez fueron niños», parafraseando otro imprescindible que no suele faltar, por cierto, en las baldas de adorno de más progreso.

En total, que la cosa no gustó. Y como no gustó, ofendió. El tuit germinal, el que ascendió primero al olimpo de la indignación, calificaba de «repelente» (una reacción irracional) el asunto. No se paró su autor a pensar en si hacía daño a una niña de once años, pero no detenerse en pequeñeces es otra de las virtudes-privilegio del progresista. El mensaje subió como la espuma y en minutos, Leonor de once años, era la mofa de la intelligentsia.

Pero claro, hay que mojarse. Y ante la consabida disyuntiva progre (prohibir o no creer, esa es la pregunta), se optó por lo segundo. Pedir que se prohíba a un niño leer cosas o ver películas no goza de buena prensa. Faltaría más, si ahora se les pide que elijan «género». Sólo el community manager de CNT esboza un breve escarceo con la prohibición.

custodia

Siendo de agradecer la ironía, que ha sido sustituida mayoritariamente entre la progresía en favor de la pataleta, el insulto, la amenaza y el cabreo, -como corresponde toda opción totalitaria cuando se ve en mayoría- el tuit sindical ensaya una justificación de la prohibición por maltrato infantil centrándose en la crueldad de ponerle a un niño Los Siete Samuráis, una historia de amistad y sacrificio, de la soledad del soldado, de maneras de gobernar, de reacción ante la tiranía, de duelos de katana, de escaramuzas, empalizadas, flechazos en el ojo, y sobre todo de códigos de honor, que no son sino maneras de gobernarse a uno mismo y a otros. Impensable, ¿verdad?

O Dersu Uzala, una historia de un cazador solitario, de amistad entre contrarios, del contacto directo y la comunicación con la naturaleza, de la ignorancia última del ser humano que, en su noble lucha por prosperar, sufre el vicio de olvidar que sigue siendo parte de la cadena trófica en un mundo cruel y hermoso que, si se apagaran los semáforos, los routers y los hospitales, te mataría sin piedad por muchas leyes que quisieras escribir para eliminar tamaña injusticia. Del ser humano, al fin, pues todo ser humano es un cazador solitario que nunca está solo. De juzgado de guardia, ¿no?

O tantas otras, Kurosawa es un mundo como Stevenson es otro. Sobre Carroll no hubo protesta, pero me detendré en él un instante. Carroll es más limitado. Decir Carroll es una manera pelín esnob de decir Alicia, fetiche incomprensible del progresista en su lectura más básica, la huida del aburrido mundo de los adultos que, habiendo olvidado hace mucho que una vez fueron niños, no soportan que una niña rica lea La Isla del Tesoro o vea Kurosawas, tanto como en análisis más detenidos que retratan las virtudes mejores y más notorias del pensamiento de progreso en pasajes como el de Humpty Dumpty, para quien las palabras significan lo que yo quiera -«por impenetrabilidad quiero decir que basta ya de hablar de este tema»- o el del refinado sentido de la justicia la Reina de Corazones, que parece copiado del gobierno de Lenin -«Primero la sentencia y luego el juicio»-. En fin, misterios de la progresía, que finalmente optó por el escepticismo como mecanismo de defensa ante la intolerable salida de tono de la Princesa Leonor. «Es mentira, una niña de once años no…». El tuitero progresista fue plegándose al consenso y al final de la jornada -primero el escarnio y luego el veredicto- no quedaba un colectivista que no desconfiara de la veracidad del titular. No es creíble que la Princesa Leonor haya leído La Isla del Tesoro con once años. Como consecuencia inevitable, también lo hizo parte del tuitero conservador, tan permeable al consenso progresista como el de izquierdas pero a ritmo más pausado, merced a una ley tan universal como poco estudiada.

Desgracias endémicas de la derecha aparte, suelo llamar elogio encubierto al menosprecio que haces de alguien por superar tus capacidades. Al fin y al cabo, disfrutar La Isla del Tesoro es fácil para un niño que maneja lecturas con naturalidad. Vaya, que no estamos hablando del Leviatán de Hobbes. Eso sí, para un niño zoquete disfrutar de cualquiera de los dos títulos es imposible, lisa y llanamente. Y desde ese punto de vista, flaco retrato de sí mismo y de sus hijos hace quien se encontró incómodo con el titular y se pavoneó de ello.

Al día siguiente, y por supuesto sin la menor relación con los hábitos lectores de la Princesa Leonor, amanecemos con un artículo de Babelia, el suplemento de El País para lectores lectores, que defiende la lectura poco académica en detrimento del lector que elige bien sus lecturas. Bajo el título La vida sin criterio, arranca: «A los 16 años eres lo bastante joven y pretencioso como para saber cualquier cosa. De pronto, empiezas a tener ideas propias y a ir en busca de lo que te produce placer. Llega un día que desertas de los planes educativos y te aventuras en tus lecturas. Desconfías de la gente que te dice todo el tiempo qué tienes que hacer. Eso te pone negro, como a Holden Caulfield en El guardián entre el centeno, ante el que tal vez pronto caerás rendido. Es tiempo de aborrecer la autoridad, aunque sea en forma de libros obligatorios». Ensalza así su autor la rebeldía «aunque sea en forma de libros obligatorios» citando El guardián entre el centeno, que entra en todo programa académico básico desde hace no menos de veinticinco años, cuando me lo mandaron leer en el instituto. Cosa que hice con gran placer, por cierto. Las desventuras de Holden Caufield encajan como una tuerca en el característico estupor adolescente, halagando sin pudor al lector correcto, que identificándose con los problemas de Holden también lo hace con su brillantez. La rebeldía administrada desde el poder se caracteriza por eso, porque halaga siempre al lector.

Al fin te haces dinosaurio, y en la distancia resplandecen inevitablemente los aportes de Stevenson y Kurosawa. Un tomo de La Isla del Tesoro habría equilibrado la balanza del rey Muley donde no lo habría hecho jamás su equivalente en papel del relatito de Salinger. De su universo de putas, uñas de pie y fobia al prójimo sólo conservo la sensación de alivio al superar esa etapa. Otros se quedaron allí eternamente, brillantes e incomprendidos, lamiéndose heridas imaginarias, adictos a ver solo lo feo del mundo, incapaces para siempre de recordar que una vez fueron niños, de aceptar que una niña pueda disfrutar con piratas y samuráis voluntariamente, y llamando maltrato (siquiera en broma) a recomendarle su lectura. Incapaces al fin de entender qué puede tener de bueno que una niña experimente el asombro de leer por primera vez La Isla del Tesoro. Atrapados en Holden, se burlan tristemente de Leonor traduciendo a un Jim Hawking que, agazapado en el tonel de las manzanas, susurra humildemente y con miedo a ser descubierto: «Pues qué niña más lista y más guapa».

ignaro

 

 

 

DETRÁS DE LOS CULOS: ELOGIO DEL SEGUNDÓN

Nunca voy a la última. No estoy al tanto de los estrenos. Lector contumaz de ficción, mi atención casi nunca se posó en las isletas de novedades. Y cuando lo hizo, su cliente, que soy yo, lo normal es que acabara descontento. No diré que es imposible dar con algo bueno y nuevo, pero las probabilidades de comerme un detrito perfectamente olvidable, cuando no directamente pernicioso, son desalentadoramente altas.

Con el cine me ocurre distinto, porque es el medio en que lo que queda de mi intelecto se mueve como pingüino bajo el agua. ¿Quién no se ha reído alguna vez de la cómica torpeza del pájaro bobo (no se llaman bobos porque las Aves del paraíso eligieran nombre antes que ellos) abriéndose paso en sus patéticas evoluciones por la nieve? Bueno, pues ese triste ave soy yo en las isletas de novedades. Ahora bien, observe el lector al torpe animal cuando resbala, y ¡plop! cae al agua. El bobo se transforma y vuela bajo la superficie con una velocidad y precisión que ningún ave del paraíso podría jamás alcanzar en el aire. Ese pingüino soy yo eligiendo película. Pero no he venido aquí a hablar de lo bien que vuelo bajo el agua, sino de lo que cuesta caminar fuera de ella.

Dejando aparte las películas, siempre he preferido terrenos explorados. No tengo el fetiche de estrenar coche, ni de estrenar mujer, ni de estrenar novela. Y por estrenar novela no me refiero al volumen, sino a ser de los primeros en leerla. Prefiero esperar un tiempo prudencial, ya nos veremos por ahí si el mercado no los ha pasado por la trituradora del olvido.

Del mismo modo me pasa con la ropa, la música o la actualidad culinaria. Y ya que lo menciono, ¿quién nos iba a decir hace diez años que existiría algo semejante a la actualidad culinaria? La economía de mercado, perfecto retrato del ser humano, es capaz de lo mejor y de lo peor. Pero bueno, a lo que iba: ¿ropa? Olvídate. Jamás miro un escaparate si no es para burlarme cruelmente de los espantajos que lo habitan condenados a llevar semejantes constructos. Un Toy Story de maniquíes podría ser un gran drama de identidad: ¿Se puede no ser un completo gilipollas vistiendo como tal? Ahí lo dejo.

¿Música? Nada que hacer. Yo me espero a que la banda se haya separado y sus miembros  críen malvas por sobredosis mucho antes de empezar a prestarles mi cadena de huesecillos. A Pink Floyd los vi cuando su líder había zanjado una década de litigios con el resto del grupo por ver cómo se repartían los vasos para la dentadura postiza. A los Stones, cuando el espectáculo ya no era tanto Keith Richards sino cómo ese anciano vestido como una feminista argentina de mercadillo podía molar tanto. A Sabina empecé a hacerle caso cuando mi madre dijo “Este ya está acabado”. Y así mis conciertos actuales, casi todos ya una especie de porra a ver quién ve el último de Neil Young (ironía no intentada) antes de que su cadera decida dar el último crack. ¿Series? Ni hablar. Hasta que no son canceladas al capricho de los yonquis-del-próximo-capítulo, no les concedo la olisqueada más superficial. Desconecto cuando se habla de series inconclusas. Sólo su supervivencia en la memoria de alguien me avisa de que tal vez tengamos algo. Mientras tanto, pago el precio en medio de las conversaciones que generan en vida, que son el nuevo «pues se ha quedado buena tarde».

Poco a poco me doy cuenta de que soy un dinosaurio. Y de que en realidad siempre lo fui, pero no me daba la edad. En cuestión de oferta rara vez he fallado ciñéndome a la directriz de ir destacado del pelotón, pero por detrás. Yo soy el pelotón, los demás son todos ellos el equipo de cabeza, siempre a la última, siempre obedientes al dictado de la época, siempre uniformados. Hace poco juré de nuevo no volver a acercarme a una isleta de novedades-novela, tal vez la última retirada, cuando de cinco ejemplares a los que di la vuelta, cuatro de ellos decían ser “transgresores” o “irreverentes”, cuando no ambas cosas. Fantoches, eso es lo que pasa, que hay mucho fantocherío. Hoy día lo irreverente es ser de derechas y lo transgresor es hablar de usted a las señoras. Pruebe el siguiente experimento: Tíñase el pelo de verde, plántese delante del Palacio Real, haga de vientre sobre una foto del Papa de Roma, grábelo todo en vídeo y cuélguelo en Youtube. Le aseguro que, tras una tímida reprimenda policial, si alguna, logrará una subvención, decenas de miles de followers y un peregrinaje por los platós más retuiteados, secciones culturales de las televisiones públicas, emisoras, periódicos y demás terminales de eso que la política sigue manteniendo a golpe de talonario: el mainstream.

Abrir los hocicos de par en par a ver si me toca el gusano más fresco no va conmigo. Probablemente en Atapuerca me habría muerto de hambre en favor de otros hermanos más avispados, pero a día de hoy, incluso en el mejor restaurante, si vas con la boca abierta y los ojos cerrados puede que te caiga la vianda más exquisita o puedes caerte de boca en el inodoro. Prefiero elegir mi actualidad lo mismo que elijo mis compañías. No es miedo a lo desconocido, es simplemente que ya no me gusta perder mi jodido tiempo. Me explico y termino. Congenio mucho mejor con las mujeres que con los hombres, probablemente porque ellas son mucho mejores conversadoras. Pero cuando caminamos en silencio, siempre procuro ir unos pasos por detrás. Sobre todo en verano.

LOS ESTUDIOS DE GÉNERO SON UNA INDUSTRIA ACADÉMICA FALSA POBLADA POR CHARLATANES, ACTIVISTAS TRASTORNADOS E IDIOTAS CRÉDULOS, por JAMES DELINGPOLE.

Hace unos días leí este artículo de James Delingpole para el digital británico Breitbart. No he podido resistirme a traducirlo. No lo he exagerado en absoluto. Es más, para no adulterar su contenido he puesto mucho cuidado, pero dada la naturaleza del texto, creedme, no ha sido fácil. He incluido al final el enlace al texto original en inglés. En cualquiera de los dos idiomas, confiad en mí: os va a encantar.

LOS ESTUDIOS DE GÉNERO SON UNA INDUSTRIA ACADÉMICA FALSA POBLADA POR CHARLATANES, ACTIVISTAS TRASTORNADOS E IDIOTAS CRÉDULOS, por JAMES DELINGPOLE.

Ahora, un par de bromistas emprendedores lo ha demostrado científicamente al persuadir a una revista académica para revisar por pares y publicar su artículo afirmando que el pene no es realmente un órgano genital masculino, sino una construcción social.

El documento, publicado por Cogent Social Sciences- “una revista multidisciplinar de acceso abierto que ofrece revisión por pares de alta calidad a través de las ciencias sociales” – también afirma que los penes son responsables del cambio climático.

 Los dos creadores del bulo son Peter Boghossian, profesor a tiempo completo en el departamento de Filosofía de la Universidad Estatal de Portland, y James Lindsay, que tiene un doctorado en Matemáticas y formación en Física.

Tenían la esperanza de emular el probablemente más famoso fraude académico de los últimos años: el engaño de Sokal (llamado así por el profesor de física de las Universidades de Nueva York y Londres Alan Sokal) quien en 1996 convenció a una revista académica llamada Social Text a aceptar un documento titulado “Transgrediendo Fronteras: Hacia Una Hermenéutica Transformativa de la Gravedad Cuántica”.

El artículo de Sokal (consistente en páginas y páginas de jerga rimbombante carente de significado pero gran sonoridad) fue escrito en parte para demostrar que las revistas de humanidades publican casi cualquier cosa con tal de que suene a “pensamiento adecuadamente izquierdista” y en parte con el fin de poner en evidencia el absurdo de tanta ciencia social posmodernista.

Por lo tanto, para esta nueva broma, Boghossian y Lindsay se aseguraron de verter un montón de frases significantes para subrayar el sesgo anti-hombres de moda:

“Nuestra intención era poner a prueba la hipótesis de que la adulación de la arquitectura moral de la izquierda académica en general, y de la ortodoxia moral en los estudios de género en particular, son el factor abrumadoramente determinante para que te publiquen en una revista académica del sector. Es decir, hemos tratado de demostrar que el deseo de una cierta visión moral del mundo a ser validado podría superar la evaluación crítica necesaria para una enseñanza legítima. En particular, sospechábamos que los estudios de género se ven académicamente mermados por una creencia primordial casi religiosa en que la masculinidad es la raíz de todo mal. Basándonos en el resultado, nuestras sospechas estaban justificadas”.

También pusieron buen cuidado en hacerlo totalmente incomprensible.

“No intentamos hacer un artículo coherente. En vez de eso, lo trufamos de jerga (como “discursiva” y “isomorfismo”), absurdeces (como el argumento de que “los hombres hipermasculinos están tanto dentro como fuera de ciertos discursos al mismo tiempo”), construcciones de aspecto marxista (como “sociedad pre-post-patriarcal”),  jerga obscena para referirnos al pene,  fraseología insultante hacia los hombres (incluyendo referirnos a algunos hombres que optan por no tener hijos como «incapaces de someter a su pareja»), y alusiones a la violación (dijimos que el “manspreading”, una queja interpuesta contra los hombres que se sientan con las piernas abiertas, es “similar a violar el espacio vacío a su alrededor”). Después de completar el artículo, lo leímos con cuidado para asegurarnos de que no decía nada que tuviera sentido, y cuando ninguno de los dos pudo determinar de qué trataba, lo consideramos un éxito”.

Parte del artículo fue escrito con la ayuda de Postmodern Generator – “un sitio web codificado en la década de los 90 por Andrew Bulhak con un algoritmo, basado en el método que utilizó el físico de la Universidad de Nueva York Alan Sokal para colársela a una revista de estudios culturales llamada Social Text University de Nueva York, y que genera un artículo posmoderno falso diferente cada vez que la página se vuelve a cargar “.

Este párrafo, por ejemplo, parece impresionante, pero es literalmente un sinsentido:

‘Dado que la masculinidad es esencialmente performativa, también lo es el pene conceptual. El pene, en palabras de Judith Butler, “sólo puede entenderse a través de referencias a lo que carece de significancia en el contexto de la legibilidad corporal” (Butler, 1993). El pene no debería ser entendido como una expresión honesta de la intención del intérprete que debería ser presentado en una representación de la masculinidad o hipermasculinidad. Por lo tanto, el isomorfismo entre el pene conceptual y lo que se conoce en toda la literatura feminista discursiva como “hipermasculinidad tóxica”, está definido en un vector de triunfalismo cultural machista masculino, con el pene conceptual representando los roles de sujeto, objeto y verbo. El resultado de esta tricotomía de funciones es emplazar a los hombres hipermasculinos tanto dentro como fuera de los discursos en competición cuyas dinámicas, como se ve a través del análisis del discurso postestructuralista, dictan una interacción sistemática de poder en el que los hombres hipermasculinos utilizan el pene conceptual para trasladarse de posiciones  sometidas a otras sujetas a poder (consultar: Foucault, 1972).

Nada de esto debería haber sobrevivido más de un minuto el escrutinio de académicos serios. Pero fue revisado por dos expertos en la materia que, después de sugerir sólo unos pocos cambios, autorizaron su publicación:

“Cogent Social Sciences finalmente aceptó El pene conceptual como constructo social. Los revisores fueron increíblemente alentadores, otorgándonos calificaciones muy altas en casi todas las categorías. Por ejemplo, un revisor calificó la declaración de nuestra tesis de “sólida” y la alabó, “El artículo captura [sic] el tema de la hipermasculinidad a través de un proceso multidimensional y no lineal” (lo que nosotros asumimos que significa que deambula sin rumbo a través de muchas capas de jerga y disparate). El otro supervisor tildó la tesis, junto al artículo completo, de “sobresaliente” en todas las categorías aplicables .

No aceptaron el documento inmediatamente, sin embargo. El supervisor 2 de Cogent Social Sciences nos ofreció algunas correcciones relativamente fáciles para hacer nuestro trabajo ‘mejor’. Lo completamos sin esfuerzo en un par de horas, incluyendo algunas tonterías más sobre ‘manspreading’ (al cual declaramos otro causante del cambio climático) y “concursos de medirse las pollas”.

Ninguna afirmación vertida en el documento fue considerada ridícula por los revisores: ni siquiera la que decía que el pene es “la fuente performativa universal de la violación, y es el conductor conceptual detrás de gran parte del cambio climático.”

Ha leído bien. Sostuvimos que el cambio climático es “conceptualmente” causado por los penes. ¿Cómo defendimos esa afirmación? Así:

‘Los destructivos e insostenibles enfoques hegemónicamente masculinos para presionar la política y la acción medioambiental son el resultado previsible de una violación de la naturaleza por una mentalidad dominada por los hombres. Este modo de pensar queda plasmado reconociendo el papel que [sic] el pene conceptual desempeña en la psicología masculina. Cuando se aplica a nuestro entorno natural, especialmente a entornos vírgenes que pueden ser fácilmente despojados de sus recursos materiales, dejados en ruinas y devaluados cuando nuestros enfoques patriarcales sobre el lucro económico han robado su valor inherente, la extrapolación de la cultura de la violación inherente en el pene conceptual se hace evidente’.

El hecho de que una completa basura como esta se publicara en una revista de ciencias sociales, dicen los falsificadores, plantea serias dudas acerca del valor de campos como los estudios de género y el estado de la publicación académica en general:

“El Pene Conceptual como constructo social” no debería haber sido publicado por sus méritos dado que fue escrito precisamente para no tener ningún mérito en absoluto. Académicamente, el artículo es un dislate sin valor alguno”.

Pero no albergan muchas esperanzas en surtir más efecto sobre la basura de la industria de las ciencias sociales que el fraude de Sokal “porque la estupidez izquierdista está fuertemente arraigada en el mundo académico”.

Es más, desafortunadamente hay más razones para creer que nuestro fraude no romperá el hechizo. En primer lugar, la broma de Alan Sokal, hace ya veinte años, no impidió la proliferación de “material académico” posmoderno y descabellado. En particular, no se tradujo en un endurecimiento general del estándar que habría bloqueado nuestro propio fraude. En segundo lugar, la gente rara vez se dan por vencidos en sus principios morales y compromisos ideológicos simplemente porque se demuestren fuera de alineamiento con la realidad”.

Enlace al artículo original: http://www.breitbart.com/tech/2017/05/20/delingpole-penises-cause-climate-change-progressives-fooled-by-peer-reviewed-hoax-study/

Enlace al relato completo de los autores del fraude: http://www.skeptic.com/reading_room/conceptual-penis-social-contruct-sokal-style-hoax-on-gender-studies/

FUEGO AMIGO

Dicen en los medios -cito textualmente- que «tenemos que acostumbrarnos a los atentados islamistas», que «el peligro está en el aumento de la islamofobia» porque «es lo que quieren los terroristas». 

Cada frase por sí misma puede ser más o menos discutible -más de uno añadiría otros calificativos-, pero las tres juntas no aguantan el análisis más superficial. Y créanlo o no, se están lanzando juntas. En diferentes medios y a diferentes horas. Así que pasaré a comentarlas por separado, y también en su conjunto. Al fin y al cabo, ¿quién soy yo para trocear el dogma progresista?¿Acaso vamos a ser más papistas que el Papa y enmendarles la plana a los de la capital? Yo digo: ¡NO!

1. Empezamos por la primera: «Tenemos que acostumbrarnos a los atentados islamistas».

Es muy buena. Tan buena que me encantaría ver al tertuliano de turno contándole eso a la víctima del último atentado islamista mientras el médico decide si le recompone la pierna o si es mejor usarla para recomponerle otros miembros a su hija pequeña. La frase es variación de la acuñada por el muy progresista Primer Ministro Francés Manuel Valls tras el atentado de Niza en el que un «camión» (de nuevo cito medios progresistas) se llevó por delante 84 vidas nada más. Por lo demás, la resignación me parece una decisión muy respetable siempre y cuando no traten de imponérmela llamándome islamófobo si me niego a adoptar tan cristiana actitud. Si cambian el «hay que» por un «yo me», no tendré nada que decir. Pero déjenme el derecho a cabrearme y horrorizarme sin acarrear el estigma social que supone no acostumbrarse ni resignarse a que de vez en cuando masacren a unas decenas de nosotros, o a nosotros mismos, en exigencia de una ley islámica que castiga con la muerte la disidencia -amén de otras muchas cosas chulísimas que de seguro habrá oído usted por ahí. Créame, casi todas son ciertas-. Y discúlpenme si me permito acabar con la definición RAE de la palabra «resignación» por ser la más usada esta mañana en los principales medios: Entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otra persona. Guárdela en la memoria, intrépido lector, que la usaremos más tarde. Pero no la rotule en un autobús naranja, no vaya a multarle Cristina Dos Varitas Cifuentes por alimentar el discurso del odio.

2. «El peligro está en el aumento de la islamofobia».

Esta frase es una obra maestra, pero sólo maestra en maldad. ¿Cómo que el peligro está en la islamofobia? Abrimos cada semana con un nuevo atentado islamista, y los medios mienten cuanto pueden para maquillarlo. Sin conseguirlo, claro, gracias a que aún tenemos las redes. Y a ver lo que nos duran. Sin embargo no hay atentados islamófobos. Esto es empírico: si hubiera el más mínimo atisbo, los mismos medios que maquillan cuanto pueden a los yihadistas lo amplificarían con un nivel de histeria parecido al que usan cada vez que el presidente electo de Estados Unidos se rasca la barbilla. Y sin embargo, ni rastro.

Cabe señalar que esta es una variante del infausto titular de Lo País aquel 12 de Septiembre de 2001, «El mundo en vilo en espera de las represalias de Bush» tras la masacre de las Torres Gemelas. Me permitirán que señale dos peligros mucho más inminentes que un hipotético aumento de la islamofobia, y que son a) los propios atentados, que masacran a personas. Personas reales, no hipotéticas, aunque no tan reales como los seres queridos de los tertulianos de mucho progreso, eso es verdad, y b) la radicalización de un votante islamista cada vez menos minoritario cuyo apoyo no será ignorado por aquellos que quieren implantar la ley islámica en nuestro continente.

3. «Es lo que quieren los terroristas».  (El aumento de la islamofobia)

Esta frase ya es un sarcasmo. Los islamistas lo que quieren es la ley islámica en nuestro territorio. La -repito, hipotética, nunca materializada- islamofobia sería un obvio impedimento para la instauración del dogma mahometano, y esto no requiere mayor explicación. La frase recuerda claramente al dogma progresista/nacionalista -curioso equipo, vive Dios- de que toda resistencia al nacionalismo «es una máquina de fabricar nacionalistas». Oiga, no. Si así fuera no protestarían ante la resistencia; callarían en lugar del recital de grititos y pataleos a los que nos tienen acostumbrados cada vez que alguien baila poca sardana. Frotándose las manos. Y los pies. Y ya digo, no. ¿En qué modo podría convenir a quien quiere la sharia en Europa el que Europa fuera islamófoba? Busque, intrépido lector, la respuesta en su interior. Pero ya le adelanto yo que en nada. Por lo que le pueda servir. Sin embargo, sí hay algo que siempre ha necesitado el islamista europeo para irse imponiendo poco a poco: las acusaciones de islamofobia al más mínimo «pero«.

-¿Pero no habíamos quedado en que la mujer es libre de hacer, vestir, salir y folgar lo que quiera, donde quiera y cuando quiera, como cualquier hombre?

¡ISLAMOFOBIA!

-¿Pero no habíamos quedado en que un estado laico no debe apoyar ninguna religión por ser algo privado y rancio?

-¡ISLAMOFOBIA!

-¿Pero no habíamos quedado en que violar niños y mujeres es un execrable crimen a perseguir, incluso en Estocolmo y Rotherham?

-¡ISLAMOFOBIA!

Y eso sí lo necesita el islamista europeo: las acusaciones de islamofobia ante cualquier preguntilla que tengamos al respecto. Que no es lo mismo que la islamofobia a secas. De hecho, es mucho peor, toda vez que si la islamofobia es real, muy inútil tiene que ser para no salir en unos periódicos que inventan y ocultan noticias a su antojo y conveniencia, mientras que la sola acusación de islamofobiamucho más efectiva– te puede aislar laboral y socialmente sin necesidad de demostración.

Conclusiones.

Llega el momento de atar cabos y analizar las tres frases juntas, el nuevo hit del dogma progre: «Tenemos que resignarnos a los atentados islamistasel peligro está en el aumento de la islamofobia, que es lo que quieren los terroristas». 

Si ante los atentados hay que resignarse y el verdadero peligro es la islamofobia, tenemos que concluir que no mata el terrorista sino quien rechaza sus principios, «que es lo que quiere el terrorista». Dado que la islamofobia no asoma, uno diría que lo que el complicado dogma intenta decir es que el terrorista quiere ser rebatido, pero al no encontrar resistencia no tiene más remedio que matar. Absurdo, lo sé. Por otro lado, si a los atentados hay que resignarse, pero a la islamofobia no, entiendo que vas con el yihadista. Mal hecho, pero al menos eres claro. Sin embargo, la frase que lo embrolla todo es «que es lo que quiere el terrorista». Esto nos hace sospechar que el dogma no está totalmente de acuerdo con el yihadista, aunque no sea tan malo como la islamofobia. ¿En qué quedamos, pues? La solución está en ese término tramposo, ya que no es la islamofobia lo que quiere el yihadista, sino LAS ACUSACIONES DE ISLAMOFOBIA, que no es lo mismo. De tal modo, y aplicando todo lo anterior, el dogma queda traducido así.

«Tenemos que entregarnos voluntariamente poniéndonos en las manos y voluntad del islamista. El peligro está en la resistencia que surgirá, pero nosotros los acusaremos de islamofobia, que es lo que quieren los terroristas». 

Se entiende mucho mejor, ¿eh? Así las cosas, para el periodista europeo -y su jefe, el político- los muertos, el terror y las bombas son poco menos que fuego amigo.

¿Y TÚ QUÉ ERES, NIÑO O NIÑA?¿ESTÁS SEGURO?

bill-moyers-george-lucas

 

 

 

 

La maduración es un proceso largo y tortuoso. Ser niño es un laberinto de preguntas e inseguridades. Son curiosos, los niños. Siempre hacen preguntas. Y no son tontos. Detectan cuándo te estás inventando la respuesta. Especialmente cuando a la misma pregunta le das respuestas distintas. Si el asunto es poco importante, tal vez se olvidará, pero si toca asuntos vitales, (¿Papá, tú y mamá estaréis casados siempre?) una respuesta múltiple o vaga le causará inseguridades, y puede que trastornos. Pero hoy no hablamos de niños que interrogan a los mayores, sino de lo contrario, de adultos que interrogan a los niños.

Hazle una pregunta al niño y buscará la respuesta inmediatamente. En su inexperiencia, a menudo no dará con ella, pero si la pregunta es especialmente interesante, no parará hasta dar con la respuesta. Probablemente la buscará en un mayor en quien confíe, porque las preguntas producen inseguridad, y las respuestas la conjuran. Por supuesto, esto también nos pasa a los adultos, pero una mente sin formar necesita una respuesta firme y autorizada. Sólo la inseguridad, y por tanto, la curiosidad, es poderosa en ellos. Dale a un niño un problema (da igual una pregunta que un abusón) e intentará resolverlo con sus herramientas. Primero tal vez el ingenio, pero si no puede, tarde o temprano recurrirá a la fuerza. Y si con la fuerza tampoco lo logra, tenemos un conflicto. De ahí que a los niños les atraiga Darth Vader. Porque tiene poder. ¿Qué haría un niño con su abusón, si tuviera el poder de Vader? ¿Razonaría con él buscando soluciones, visibilizando los puntos en común de ambos para lograr una confluencia sinérgica, proactiva e incluso holística?¿O lo estrangularía con un simple gesto de la mano?

38499ec1d7b99b7014c630f6a2de6b3bc48e28e2
-¿Quién soy yo, Capitán Antilles?¿Vader o Leia? -¡Vader! -¿Seguro?¡Busca en tu interior! -¡Leia! -¿Me estás llamando mariquita? *crack!

 

Y por eso es tan astuto (de los motivos hablamos ya otro día) preguntar a un niño qué quieres ser, niño o niña, añadiendo que sólo él tiene el derecho de responder, más allá de la biología. Porque le habrás otorgado un poder que ni siquiera tienen sus mayores. Repregunta, tras la primera reacción. Que busque bien, pues la respuesta correcta no tiene por qué ser la obvia, y le habrás desarmado, sembrando en el niño una inseguridad que sólo se resolverá con grandes dosis de azar: la respuesta y/o el sexo real de sus amigos, la reacción del profesor, y una lista de etcéteras tan arbitrarias y casuales como una ruleta rusa cargada con balas de mil colores.
Por otro lado, y dejando de lado la certeza de que la respuesta sea inducida por el interesado en formular la pregunta, ¿dónde está la diversión de poseer el poder de Darth Vader si no vamos a usarlo? En la mente de un niño, la fuerza sólo merecerá la pena si lo usamos para cambiar la realidad, no para dejarla como está. Por eso sé que la inducción está en la propia pregunta. Astuto plan, ¿eh?

sexochicoschicas

 

 

Dar a elegir (animar a elegir) a un infante entre ser niño o niña es otorgarle un poder que no merece tener, no por castigo, sino para protegerle de tamaña responsabilidad. Ni siquiera el adulto elige su -mal llamada- opción sexual. Esa condición les será revelada naturalmente con los años a través de la biología, la experiencia y Telecinco en porcentajes que podríamos discutir durante siglos, mas nunca será una opción. Pero una vez sembrada la pregunta como opción, (¿Qué soy yo?¿Me gustan los niños o las niñas?) el niño no descansará hasta dar con la respuesta. Clara, rotunda, infalible. Una respuesta segura. ¿Y qué criterio tiene un niño?¿Cuántas estupideces comete por imitar a sus ídolos, a sus amigos o al primer idiota que pasa por la calle?¿Por qué exponerle a semejante riesgo?¿Qué posibilidades hay de que elija la opción correcta?

Ninguna. Siempre se preguntará si eligió bien tras una infancia insegura de preguntas sin respuesta, de certezas interiores estranguladas por producir unas grietas en la opción elegida que ni el adulto más bienintencionado pudo recomponer. Y esas grietas no se pueden estrangular, porque el poder que le otorgaron a ese niño no era real sino inducido. Jamás tuvo la más mínima opción. Quien le diga al niño que su respuesta siempre estará bien es un falso amigo, un abusón sutil, una amenaza fantasma, porque sabe que esa respuesta no es opcional. Quien formula esas preguntas sólo busca esclavos para su ejército.

431598-620-282
«A los niños hay que decirles la verdad». Eva Hache.

DEL POR QUÉ DE MI ABSTENCIÓN

fuck-you-im-chuck-norris-thumb

La abstención tiene mala prensa. Cuando anuncio que no voy a votar en 2016 (lo mismo que hice en 2015) suelo encontrar reacciones negativas. La más habitual es el hilarante «entonces no tienes derecho a quejarte luego». A lo que respondo con el silencio, que es como se responde a las tonterías. Pero si me insisten, declaro que por supuesto que tengo el mismo derecho a quejarme, cuando no más, toda vez que este caos no se logró con mi participación y sí con la de los que fueron a votar.

Podemos es el protagonista de las dos últimas elecciones. Se vota a favor o en contra de los morados de una u otra manera. Su irrupción ha convertido la política en un circo que no podíamos sospechar quienes pensábamos que lo de Zetapé era insuperable. Pero es que resulta que la presencia de Podemos es obra de Mariano, su maquiavélica operación para restar votos al PSOE. Bravo, Mariano. Bravo.

De modo que mis opciones de voto son:

1.El pepé de Mariano.

Le voté en 2012. No derogó ninguna de las leyes basura de Zetapé. La que más duele es la de «memoria» histórica. No deja de ser graciosa una ley de memoria que está dedicada a borrar recuerdos. Orwell en estado puro. También dejó hacer y deshacer a los separatistas del prusés, y todo lo que supo hacer contra ellos fue dirigir a cuatro jueces a crujirse a los Pujolone. No sólo es poco y pusilánime, sino que implica el punto más importante de mi no-voto al pepé de Mariano: no tiene (ni él ni nadie en España) la menor intención de separar de una maldita vez el poder judicial del ejecutivo. Y finalmente salvó de la quema a La Sexta, que estaba en quiebra y a punto de desaparecer, y promocionó a los chavistas de Podemos con la esperanza de que minaran a la PSOE. Bravo, Mariano. Bravo.

No, votar a Mariano es darle la razón en su chantaje (votadme a mí o conoceréis Venezuela sin pagar pasaje).

2. Ciudadano Rivera.

Me cae bien este chico. Pero es socialdemócrata. Y yo soy liberal. Si nos sentáramos a charlar, estaríamos de acuerdo en tres puntos fundamentales, igual que con Mariano. Pero en desacuerdo en todo lo demás. Por otro lado, su libro de estilo de no decir nunca apenas nada no me inspira apenas nada. Tal vez sean estos tiempos tan audiovisuales, que penalizan el análisis profundo en favor del tuit. Pero es que he leído tuits (como los de @CarlosEstebanRD) que tienen más enjundia que los grises y bostezables eslóganes de Rivera. Por no hablar de su manía de legitimar a Podemos Évole tras Évole con la esperanza de legitimarse a sí mismo, lo que no deja de ser una edición en tapa blanda del chantaje de Mariano.

No, no votaré a Rivera. Viva España, sí. Pero no le votaré.

3. El PSOE de ese señor de los tuits cortos.

Con Sánchez no me extenderé mucho. Votarle es como dar un Kalashnikov a un chimpancé. Sánchez no quiere ser presidente. No tiene ambición, no tiene pericia, no tiene conocimientos y no tiene ganas. No se le puede hacer mayor favor que no votarle y dejar que vuelva a casa. No seamos sádicos.

4. Hugo Chávez.

No voto a partidos comunistas. Y menos aún financiados por gobiernos chavistas y promocionados por conservadores que en lugar de pronunciarse y mojarse prefieren dar voz a una panda de descerebrados peligrosos para que me entre el miedo y entregue mi voto ciego al Mariano que les dio alas en primer lugar. Pero bueno, con ser comunistas me vale para no votarles. Últimamente los podemitas andan obsesionados con que los viejos bloquean con su voto las nuevas y refrescantes opciones electorales sin azúcares ni grasas animales. Yo lo que no soporto es que voten los vagos.

Hubo un tiempo no muy lejano en que voté a VOX. No porque coincida mucho con ellos, sólo en lo fundamental, como con Rivera. Fue para hacer daño a Mariano, que está bloqueando una opción conservadora decente. No salieron representados y lo último que he sabido de ellos es que han puesto una bandera en la cima de Gibraltar. En fin.

Resumiendo, que mi abstención activa, que no sociológica, es un dedo en alto, mi manera de declarar mi absoluto desacuerdo no sólo con los políticos sino con mis compatriotas, mi manera de expresar en no-votos mi desesperanza en el futuro. Trabajo en la calle con una cámara al hombro y no oigo más que memeces. Nadie es nunca responsable de sus decisiones. La culpa de todo la tienen los políticos, que no nos dan casa y trabajo. Como si esa fuera su obligación, y no la nuestra ganarnos la casa tras buscarnos un trabajo. Esto no lo salva ni Chuck.

Y sí, queridos. Pienso seguir quejándome.

 

 

REFORZAR LA CERRADURA

imgSld_20875
Sala Bataclan horas después de la segunda masacre de París, también en el nombre de Alá. 

 

Por motivo de las vacaciones de Semana Santa grabé un reportaje sobre robos en pisos. Hablamos con un cerrajero que nos explica métodos rápidos y silenciosos para abrir puertas. Su recomendación es diáfana: para estar más seguro hay que instalar la cerradura más resistente, la que más golpes requiera, la que más tiempo lleve al caco.

-Pero si quieren abrir una puerta, -pregunta la reportera- al final lo van a hacer, ¿no?

-Evidentemente, pero si ven una cerradura difícil, directamente van a buscar otra más fácil, más rápida y más silenciosa.

Y es que así de dura es la vida. Cuando compras una cerradura resistente, estás instando al ladrón a que robe a tu vecino menos precavido.

Leo en los digitales -no sé si la prensa escrita sigue existiendo- que los terroristas islámicos atentaron en Bruselas porque en París la presión policial era insoportable. Y aunque mi querida alcaldesa Carmena dice que con el terrorismo se terminará a base de abrazos, no se tiene noticia de que los asesinos contemplaran la posibilidad de abandonar las armas y echarse a sus brazos. Al menos no como primera opción. En lugar de eso, emigraron a Bruselas y masacraron allí a 32 personas, dejando heridas a más de 300 y sembrando el pánico en la Europa civilizada.

No he podido dejar escapar la analogía. Fresco el recuerdo de los atentados del año pasado, Francia ha instalado una cerradura fuerte. Acertó, pues los terroristas han declarado que su plan inicial era volver a atentar en París. Podían haber insistido, pero las garantías de éxito eran mínimas. Es verdad que simbólicamente habría sido un mazazo contra Europa, pero bueno, las víctimas sangran igual en Francia que en cualquier otro lado y los caminos de Alá son bastante escrutables. Bélgica quedaba cerca, estaba más relajada y ahora está contando los muertos. Se nos presentan dos maneras de reaccionar ante un enemigo no a las puertas, sino dentro y bien dentro: la opción Francia o la opción Bruselas. La cerradura cara o la barata.

Bueno, queda una tercera vía: la vía Carmena, la de abrir los brazos y hacer una sociedad más amable con quienes ven bien casar a su niña de seis años a cambio de cuarenta corderos y nueve camellas y luego lapidarla si es violada por alguien que no sea su marido. No vayamos a enfadarles. Además, si les damos mezquitas, escuelas y poder político, seguro que en tres días están viendo reposiciones de Sexo en Nueva York tuiteando las gracietas de Carrie Bradshaw en minishorts.

Prefiero la opción A. Pero es mi opción personal, ojo. Aquí coacciones pocas.

16/10/09 TODAY Picture by Tal Cohen -   Muslims protest outside Geert Wilders press conference in central London 16 October 2009,  Wilders who faces prosecution in the Netherlands for anti-Islam remarks pays visit to the capital.  The Freedom Party leader said 'Lord Malcolm Pearson has invited me to come to the House of Lords to discuss our future plans to show Fitna the movie.' Wilders won an appeal on October 13 against a ban, enforced in February, from entering Britain. Ministers felt his presence would threaten public safety and lead to interfaith violence. (Photo by Tal Cohen)  All Rights Reserved – Tal Cohen - T: +44 (0) 7852 485 415 www.talcohen.net    Email: tal.c.photo@gmail.com  Local copyright law applies to all print & online usage. Fees charged will comply with standard space rates and usage for that country, region or state.

 

LA VIEJA RENCOROSA

monolito-calvo-sotelo-2

Izquierda es no saber perder. Noventa años después de ser aniquilada en una guerra que alentó como el que más, aún sigue llorando por las esquinas satanizando a quien recogió el guante en inferioridad de condiciones y les ganó la partida a la cara. No debería extrañarnos, ya sabemos que no hay peor derrota que aquella que das por ganada de antemano. ¿Cuántas vidas se habrán visto irremediablemente lastradas por una derrota de la que nunca pudieron recuperarse?

Lo que llama la atención es que la izquierda, siendo una pésima perdedora, es aún peor cuando gana. Nadie como la izquierda para comportarse como oposición, especialmente cuando gobierna. Cuarenta y un años después de muerto Franco, y gozando de todas las libertades que este le negó, sigue la vieja rencorosa despertando empapada de sudor frío en mitad de la noche, odiando y temiendo aún, entre temblores, a aquel general que no le permitió cometer su propio genocidio, el genocidio bueno.

La memoria es el alma. El rencor te susurra al oído haciéndose pasar por un amigo que alienta la memoria, pero en realidad la deforma a su gusto, aniquila la autocrítica, amplifica el odio hasta niveles insoportables y acaba pudriéndote el alma hasta convertirte en la peor de tus versiones. La vieja rencorosa nunca vencerá a su enemigo porque el enemigo sólo vive en ella y en nadie más. Intenta matarlo una y otra vez, pero es imposible porque murió hace décadas. Quiere borrarlo del pasado, pero lo único que consigue es revivir a su viejo enemigo. Y nunca es suficiente, porque ella sabe que esa victoria es una parodia, una caricatura que sólo deja en evidencia lo patético del intento. Cuando vives así, todo son derrotas. Lo intentará de nuevo.

Manuela Carmena, en su lucha contra la derecha, ha mandado retirar las placas que conmemoran a José Calvo Sotelo, líder de la oposición conservadora secuestrado en su casa y asesinado por el PSOE días antes de que estallara la contienda. Es lo más parecido a levantar un cadáver para volver a ejecutarlo. La vieja rencorosa nunca se detiene porque nunca tiene suficiente.

Carmena-apuesta-Dia-Yoga-Madrid_EDIIMA20150621_0168_17

 

LAS REINAS MAGAS DE CARMENA

Reyes-Magos-Oriente_MDSIMA20111224_0081_4.jpg

Recuerdo cuando era pequeño la ilusión que me hacían los Reyes Magos. De eso se trataba, de mantener las tradiciones utilizando la ilusión de los niños. Era un buen truco, pues luego seríamos nosotros los que querríamos generar esa ilusión en nuestros hijos, manteniendo de paso las tradiciones. Y así sucesivamente.

Un buen truco, sí. Pero hasta aquí hemos llegado.

Occidente quiere acabar con todo eso. Con la ilusión y con las tradiciones. Hemos inventado unos datos de pobreza que no existe y los hemos utilizado como coartada para meter en gobiernos y ayuntamientos a una gente que aborrece nuestra cultura, nuestra tradición y nuestra civilización.

Usando unos datos de violencia doméstica falseados hasta la náusea, ahora queremos que los reyes magos sean «reinas magas». Resulta que era un insulto a las mujeres que no hubiera una fémina entre los tres sabios de Oriente que cita nuestra tradición.

Retorno a cuando era pequeño y veía que el rey negro no era negro de verdad sino que estaba pintado. O que las barbas eran más falsas que Judas. Y de alguna manera me convencía a mí mismo de que todo era real, más que nada porque DESEABA que lo fuera. Y de hecho, los juguetes eran reales, que era entonces lo más importante del asunto.

Ahora veo que lo importante no son los juguetes. Lo importante era (es) mantener la ilusión para transmitir la tradición. Y es ahí donde estas parodias partidistas que nos ha traído la «nueva política» atacan sin piedad. Si los Reyes Magos son mujeres, los niños no se lo tragan. No way, sir. Detectan las «cosas de los mayores» metidas en el asunto. Si un DJ encabeza la cabalgata laica, los niños no reconocen la estrella de Oriente. O eso o para mantener la correlación en el belén habrá que colgar un DJ encima del portal. De los camellos olvídate: sería opresión animal. De modo que también habrá que vender reinas magas en triciclo en los puestos de la Plaza Mayor, para que las familias progres puedan celebrar la cristiana Navidad a su propia medida. Y al final, cada uno hará una cosa distinta, como cualquier otro mes del año. Que es lo que quieren en realidad tanto Carmena como el islamismo.

Hace poco el hijo de unos amigos me vino con una confidencia: «El papá de un amigo dice que los Reyes no existen, que son los padres». Le respondí muy en serio, sin perder el tono de secretismo, y con todo el aplomo que los niños demandan de sus adultos:

-Eso es porque el papá de ese niño no quiere que te traigan nada los Reyes.

-¿Y eso por qué?

-Porque no le gustan.

El papá de ese niño es la cabalgata de Carmena. Y así se derrumban las civilizaciones: con una amplia sonrisa.

14519302797856

PABLO IGLESIAS Y EL ARTÍCULO 277

Pau Iglesias

Me cuentan que tardó Iglesias en volver a las andadas de su discurso guerracivilista lo que se tardó en recontar el último voto. O eso, o tal vez Pasionaria y Largo Caballero, mencionados solemnemente en el discurso post-electoral del televisivo candidato, eran socialdemócratas de la escuela nórdica de Olof Palme y yo no me he enterado, que también puede ser.

Total, que Iglesias no esperó ni un minuto para mostrar sus cartas a una afición que adquiría una tonalidad morada, cansada tal vez de aguantar la respiración para ocultar sus verdaderas intenciones. Y así, con las papeletas aún calientes, desveló Iglesias su condición indispensable a Pedro Sánchez para permitirle investir a un presidente chavista: el butifarréndum.

Que me parece perfecto, ojo. Total, en su papel nacionalsocialista recién desechado por el PSOE, hace muy bien Iglesias en dar gusto a todo separatista que se precie de serlo. ¿Qué sería de la izquierda española si no fuera así? Queda por explicarme cómo encaja el «abajo las banderas, abajo las fronteras» con el separatismo, que no es otra cosa que la exaltación de las fronteras y de las banderas, pero no pidamos la luna.

Ni nos salgamos del tema. Que resulta que el referéndum separatista, (que Iglesias y otros poetas de gulag llaman «derecho a decidir»), ocupaba el artículo 277 del programa de Podemos. Y no me digan que no es llamativo que, cuando llega la hora de los pactos, el asunto 277 del programa sea al final la condición indispensable para que Podemos permita gobernar con ellos. Que no es el artículo 1, ni el 15, ni siquiera el 50. Es el 277. O sea, por debajo del artículo que se ocupa de la gestión de las papeleras urbanas. Y resulta que era el importante.

Cuentan que su querida Pasionaria (que gestionó la muerte de tantos católicos por el hecho de serlo) pidió confesión cuando se encontraba en su lecho de muerte. Sin atrevernos a aventurar en qué punto del programa de la comunista que tanto admira Iglesias figuraba la reconversión al catolicismo, cabe maravillarnos de cómo se ponen de relieve las prioridades de cada uno a la hora de la verdad.