Por motivo de las vacaciones de Semana Santa grabé un reportaje sobre robos en pisos. Hablamos con un cerrajero que nos explica métodos rápidos y silenciosos para abrir puertas. Su recomendación es diáfana: para estar más seguro hay que instalar la cerradura más resistente, la que más golpes requiera, la que más tiempo lleve al caco.
-Pero si quieren abrir una puerta, -pregunta la reportera- al final lo van a hacer, ¿no?
-Evidentemente, pero si ven una cerradura difícil, directamente van a buscar otra más fácil, más rápida y más silenciosa.
Y es que así de dura es la vida. Cuando compras una cerradura resistente, estás instando al ladrón a que robe a tu vecino menos precavido.
Leo en los digitales -no sé si la prensa escrita sigue existiendo- que los terroristas islámicos atentaron en Bruselas porque en París la presión policial era insoportable. Y aunque mi querida alcaldesa Carmena dice que con el terrorismo se terminará a base de abrazos, no se tiene noticia de que los asesinos contemplaran la posibilidad de abandonar las armas y echarse a sus brazos. Al menos no como primera opción. En lugar de eso, emigraron a Bruselas y masacraron allí a 32 personas, dejando heridas a más de 300 y sembrando el pánico en la Europa civilizada.
No he podido dejar escapar la analogía. Fresco el recuerdo de los atentados del año pasado, Francia ha instalado una cerradura fuerte. Acertó, pues los terroristas han declarado que su plan inicial era volver a atentar en París. Podían haber insistido, pero las garantías de éxito eran mínimas. Es verdad que simbólicamente habría sido un mazazo contra Europa, pero bueno, las víctimas sangran igual en Francia que en cualquier otro lado y los caminos de Alá son bastante escrutables. Bélgica quedaba cerca, estaba más relajada y ahora está contando los muertos. Se nos presentan dos maneras de reaccionar ante un enemigo no a las puertas, sino dentro y bien dentro: la opción Francia o la opción Bruselas. La cerradura cara o la barata.
Bueno, queda una tercera vía: la vía Carmena, la de abrir los brazos y hacer una sociedad más amable con quienes ven bien casar a su niña de seis años a cambio de cuarenta corderos y nueve camellas y luego lapidarla si es violada por alguien que no sea su marido. No vayamos a enfadarles. Además, si les damos mezquitas, escuelas y poder político, seguro que en tres días están viendo reposiciones de Sexo en Nueva York tuiteando las gracietas de Carrie Bradshaw en minishorts.
Prefiero la opción A. Pero es mi opción personal, ojo. Aquí coacciones pocas.