Bueno, amigos, como todos sabemos, el Jueves Santo en Madrid resultó pasado por agua. Una lástima. Yo me había acercado a la procesión de Jesús el Pobre, y comprobamos in situ la decepción de la multitud que se congregaba a lo largo del recorrido. En aquel momento parecía un tanto riguroso por parte de las autoridades el suspender la procesión ante la amenaza de lluvia, pero media hora después de la decisión consistoral, empezó a caer un chaparrón de mil demonios, de modo que, por una vez, el Ayuntamiento acertó. Peor fué en Sevilla, donde llovió todo el día y toda la noche, y ni siquiera se pudo celebrar la Madrugá, cosa que no sucedía desde hacía 80 años. Lástima. Otro año será.
Hoy el cielo también amenaza ruina, pero estaremos pendientes por si la cosa mejora y podemos ir a ver a Jesús de Medinaceli, el paso estrella de la Semana Santa madrileña.
En el momento de escribir estas líneas ha empezado a llover. Eso, eso, que llueva ahora que aún es pronto, a ver si después el cielo se aclara. Mientras, hagamos un somero repaso por la historia de esta imágen, la más venerada de Madrid. Y no en vano, pues desde que en la primera mitad del siglo XVII fue tallada en Sevilla, nada menos que en la escuela de Juan de Mesa, no han sido pocas las aventuras que ha corrido Jesús de Medinaceli. Empezando por su autoría, que no está clara, si bien los dos nombres que se manejan son igualmente relevantes: unos dicen que la imagen fue tallada por Luis de la Peña, otros dicen que por Francisco de Ocampo. Asimismo se desconoce a cargo de quién corrieron el encargo y las costas, pero la creencia general es otorgada a los Capuchinos.
En cualquier caso, la imagen es igualmente estremecedora por su serenidad ante el martirio. Iconográficamente, el de Medinaceli es un Ecce Homo, esto es, una imagen que representa a Jesucristo cautivo en el momento de ser presentado ante la multitud tras la flagelación. «He aquí el hombre» sería la traducción de las palabras, Ecce homo, que pronunció Pilatos ante la muchedumbre que se había congregado para pedir la muerte de un hombre cuyo único delito había sido predicar a Dios. Esta imágen de Cristo Cautivo vestido creó escuela, pero entonces era atípico. Compositivamente, los puntos de interés recaen sobre la expresión, con la mirada hacia abajo, humilde y doliente, sobre las manos, cruzadas sobre el pecho, en actitud de resignación, y sobre los pies descalzos, en señal de pobreza y penitencia. Los pies descalzos han llegado a cobrar gran importancia al propiciar el rito del besapies.
LOS VIAJES DEL CAUTIVO
Poco después de ser tallado, los Capuchinos trasladaron el Cautivo en 1645 a San Miguel de Ultramar, ciudad ocupada por los cristianos en el reino de Fez, , con la intención de elevar la moral de nuestras tropas ante las constantes ofensivas berberiscas, para el culto de los soldados españoles, que llevaban asentados en la ciudad desde 1614 . Los soldados españoles se verían inspirados a defender la Cristiandad con fuerzas renovadas, teniendo tan cerca una imagen como esa, pues no hay actitud que conmueva más que la resistencia estóica y serena ante el mal. Pero en 1681 la ciudad cayó en manos del muley Ismaíl, recuperando la ciudad su antíguo nombre, La Mámora. El Ecce Homo fue capturado como botín de guerra, y arrastrado públicamente, junto a otras imagenes, por las calles de Mequinez para celebrar la victoria. En saña con la que fueron tratados estos iconos cristianos no faltaron despeñamientos, e incluso fueron echadas a los leones para que las bestias las despedazaran. Según palabras de Francisco de Sandoval y Roxas, «entre las diecisiete imágenes rescatadas, se encontraba una hechura de Jesús Nazareno, de natural estatura, muy hermosa, con las manos cruzadas adelante…. Al hermosísimo busto de Jesús Nazareno le mandón el Rey arrastrar, y echar por un muladar abajo, haciendo burla, y escarnio de el retrato hermoso, y del original divino. Todas ellas se embalaron y enviaron a Ceuta, donde tuvieron entrada el 28 de enero de 1682«.
EL RESCATE
Fray Pedro de los Ángeles, cuya orden de la Santísima Trinidad y de la Redención de Cautivos había nacido precisamente para la redención (liberación) de los cautivos, fue quien vio la imagen expuesta en una torre, y se presentó, aún a riesgo de su propia vida, antre el Muley Ismaíl para solicitar la custodia del Cautivo, realizando las gestiones necesarias para recuperar, previo pago de una cuantiosa suma que provisionaron de buena gana hidalgos y capitanes ceutíes, la preciada imagen cuyo escarnio público no hizo sino reforzar la devoción de cuantos cristianos tuvieron noticia de los hechos.
LA LEYENDA DE LAS 30 MONEDAS DE ORO
Una leyenda habla de cómo Fray Pedro logró su cometido gracias a la mediación de la mujer de Ismaíl, la cual era cristiana secretamente. Al final se convino que se pagaría su peso en oro. Para cuantificar el rescate, se colocó al Cautivo en un plato de balanza, y en el otro plato se fueron colocando monedas de oro, hasta que ambos platos se equilibraran. Cuál no debió de ser la sorpresa de los que conocían la historia de Judas y las treinta monedas cuando, precisamente, en el número de treinta monedas de oro, se equilibró la balanza.
«Llegaron los Moros con las Santas Imágenes a las murallas de Ceuta, cuya llegada causó en toda la Ciudad grandísimo júbilo y alegría. Salieron a la puerta a recibirlas todos los Caballeros y Soldados de la Plaza, y tomándolas sobres sus hombros con singularísima devoción, y ternura, en forma de procesión, acompañadas de toda la Ciudad, las llevaron al Real Convento de los Padres Trinitarios Descalzos, donde se cantó con toda solemnidad el Te Deum Laudamus, en acción de gracias«.
EL REGRESO
Las imágenes fueron restauradas en Sevilla y restituidas después a sus órdenes respectivas, salvo el Ecce Homo, que llevaron a una capilla de los Trinitarios en Madrid. Y en 1686, los Duques de Medinaceli entregaron en limosna el solar para construir la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Rescate. El patronato de los Duques de Medinaceli se convirtió en tradición familiar a partir de entonces, recibiendo popularmente el Ecce Homo el nombre de Jesús del Rescate.
En 1810, José Bonaparte decreta la supresión del culto religioso, y para evitar profanaciones, Jesús de Medinaceli es trasladado a la Iglesia Parroquial de San Martín, donde permanece hasta 1846 cuando, a petición del Duque de Medinaceli, la Imagen es devuelta a la capilla de N. P. Jesús Nazareno del Rescate. El culto a la imagen decae a causa de que la iglesia cambia de congregación varias veces, y de nuevo el Duque de Medinaceli realiza gestiones para que se restablezca el culto de la Imagen, haciendo que la iglesia pase a manos de los Capuchinos, los mismos que la llevaron a San Miguel de Ultramar.
Cuando en 1936 empiezan los expolios y profanaciones, la Imagen es envuelta y escondida en el sótano, pero en 1937 los soldados la encuentran, y la Imagen pasa a formar parte de la «Caravana del Tesoro Artístico» que terminó su largo periplo en Ginebra. Al término de la contienda, la imagen es localizada por el Obispo de Madrid y es devuelta a su lugar, en el que, desde su construcción, primera, se erigieron sucesivas mejoras hasta la actual Basílica de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli. El regreso del Cautivo se hizo en forma de procesión, y desde entonces sigue allí, en la iglesia de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Rescate, para consuelo de los necesitados que desde todos los puntos del planeta peregrinan hasta allí para rezarle y para rogarle, y cada Viernes Santo es paseado en la procesión madrileña por excelencia.
Links de interés
HISTORIA DE JESÚS DE MEDINACELI
Archicofradia Primaria de la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesus Nazareno