Extraído de «RECORDANDO A NEEDLEMAN»
«(Needleman) Era tan distraído que una vez se asomó al palco de la Ópera de Milán y cayó al foso de la orquesta. Y tan orgulloso que, incapaz de admitir que había sido un accidente, volvió varias noches y repitió la caída».
Woody Allen, PERFILES
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Reconocer los propios errores es fundamental. Sin autocrítica, sin examen de conciencia, es imposible progresar en la vida. Negándonos a reconocer nuestros defectos, y empeñándonos en presentarlos como aciertos, lo único que hacemos es sabotearnos a nosotros mismos, porque nos obligamos a perseverar en el error y nos negamos a nosotros mismos la posibilidad de evolucionar.
La izquierda española vive aquejada de ese mal, pero en versión amplificada. Al fin y al cabo, el obstinado Needleman sólo es un pobre idiota muy torpe, y su estúpida incapacidad para reconocer su error apenas tiene consecuencias, que se resumen en dos: a) Needleman se hace fosfatina a sí mismo, y b) deja en evidencia su incapacidad para reconocer su propia naturaleza falible. Extrapolando los defectos de Needleman a todo un gobierno, y toda su ideología, desde la perspectiva que nos proporciona la historia, cabe afirmar que la obstinación de la izquierda de perseverar en sus errores, donde en Needleman provoca hilaridad, el PSOE provoca escalofrío.
Cuando Allen dice «orgullo», suaviza humorísticamente el defecto de Needleman, que llega al extremo de precipitarse sucesivas veces al foso para ocultar que la primera caída fué accidental. El problema es que el PSOE no es Needleman. ¿Cómo calificar ese «orgullo» de Needleman extrapolado al PSOE? Vamos a intentarlo.
El PSOE parte con un defecto de base: se cree perfecto. Cree que ser de izquierdas es el único requisito necesario para ser justo, infalible, solidario, pacifista, tolerante, bienintencionado y progresista, tolerante y plural. Por tanto, si uno NO es de izquierdas, necesariamente ha de ser injusto, falible, insolidario, beligerante, intolerante, malintencionado, castrante, retrógrado e intolerante. Claro, este defecto de base en la autopercepción y en la percepción de las demás opciones implica muchos otros defectos, y para enumerarlos todos habría que desgranar cuál es el concepto que tiene un socialista de «justicia», «solidaridad», «pacifismo», «buenas intenciones» y «progreso», «pluralidad» y «tolerancia». Hagámoslo.
1. BUENAS INTENCIONES
Para un socialista, la intencionalidad de un acto es proporcional a la filiación ideológica del sujeto. Enunciado en fórmula, las buenas intenciones son directamente proporcionales al izquierdismo del sujeto, e inversamente proporcionales a su falta de izquierdismo.
2. JUSTICIA
A diferencia que para los demócratas, para un socialista, la justicia es un órgano dependiente del poder. No valora los hechos tanto como la ideología de las partes. Y por tanto, en la justicia socialista, los hechos están supeditados a su intencionalidad, (véase párrafo 1: BUENAS INTENCIONES) dejando sus consecuencias en un segundo plano.
3. SOLIDARIDAD
Para un socialista, solidaridad es ayudar a los desfavorecidos regalándoles dinero público. Para todo ser humano, el dinero que obra en su poder es «suyo». Mi dinero es mío, y sólo mío. Tu dinero es tuyo, y sólo tuyo. Esto no es diferente para un socialista. Su dinero es suyo, y sólo suyo. Otra cosa es el dinero público. Para un socialista, el dinero público es «de todos» en teoría, pero «de nadie» en la práctica. Como lo considera «de todos» en la teoría, pues también es «un poco suyo». Y como el socialista es generoso por definición, quiere regalar una parte de su dinero a los desfavorecidos. Pero no regala su verdadero dinero, el que el socialista posee, sino que, para ser solidario, regala dinero público, que, en la práctica, y siempre según la mente socialista, «no es de nadie». Así, un socialista es siempre muy celoso de su dinero, como todo el mundo, pero muy generoso con el dinero de los demás. La consecuencia directa es que un socialista exige a los demás sacrificios que no está dispuesto a hacer él mismo.
4. PACIFISMO
Todos sabemos que las guerras son igual que las peleas. A casi nadie le gustan, pero haberlas, hailas. A veces por vicio, a veces por avaricia, a veces por falta de autocontrol, a veces por egoísmo, a veces por conveniencia, a veces por legítima defensa, a veces por venganza, a veces por prevención, a veces por necesidad, a veces por puro ejercicio del poder y a veces, simplemente por hábito. Para un socialista, sólo hay dos tipos de guerras: las justas y las injustas. Si el lector tiene dudas acerca de qué guerras consideran justas los socialistas, véase el epígrafe 2.
Aclaración: A la guerra justa (la que declara un socialista) se la llama acción humanitaria. Así, si un cohete demócrata, capitalista, paramilitar, o lo que sea, destruye un objetivo, eso es asesinato. Pero si un cohete socialista destruye un objetivo, eso es acción humanitaria. Esto se hace extensivo a los aliados de los socialistas. Así, si un grupo terrorista socialista comete un atentado, se le llama acción humanitaria, o disuasoria en todo caso, pero si un policía detiene a un socialista, a eso se le llama «tortura». Para un socialista, un terrorista socialista que ha matado a veinte personas es «un hombre de paz», pero un periodista liberal que denuncia el matrimonio socialista/terrorista es un derechista peligroso.
5. PROGRESISMO
Para un socialista, progreso es cualquier consecuencia derivada de las políticas de los socialistas. Si los socialistas bajan impuestos, bajar impuestos es progresista. Si luego los suben, entonces subir impuestos es progresista. Si un gobierno socialista arruina un país, eso es progresismo. Pero si después un gobierno diferente a ellos recupera y moderniza el país, haciéndolo progresar a base de propiciar el empleo, eso es retrógrado, avaricioso, especulador. Y si los socialistas recogen después ese gobierno y llevan al país de nuevo a la ruina, si sus políticas de educación priman la expresión oral sobre la escrita y crean una sociedad semianalfabeta, como la de hace un siglo, entonces eso vuelve a ser progreso.
6.PLURALISMO
El pluralismo es la cualidad de una sociedad que reconoce las diferencias ideológicas, religiosas, culturales y preferenciales de sus indivíduos. Para los socialistas, sin embargo, lo plural es lo socialista, y sólo lo socialista. Así, para ellos, un gobierno socialista, que ejerce el monopolio de la información y procura encarcelar a los periodistas que no se pliegan a los dictados del socialismo, es un gobierno plural. Un gobierno socialista que inculca a sus estudiantes que todos somos «iguales», es un gobierno plural. Un gobierno socialista que quiere que todos seamos laicos, es un gobierno plural.
7.TOLERANCIA
La tolerancia es la virtud de aquel que respeta las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Para un socialista, tolerancia es socialismo, y socialismo, tolerancia. Para un socialista, pedir la prohibición de las corridas de toros es tolerancia, porque la piden los ecologistas, aliados de los socialistas. Para un socialista, no tolerar que en Cataluña se pueda estudiar en español, es tolerancia, porque esa no-tolerancia viene de los nacionalistas, que son aliados de los socialistas. Por supuesto, cuando alguien pone el dedo en todas estas contradicciones entre lo que dicen los socialistas y lo que hacen en realidad, ese alguien es un intolerante.
Recapitulando:
Si alguien cuestiona las intenciones de los socialistas, ese alguien es un malintencionado intolerante.
Si alguien cuestiona el manejo socialista de la justicia, ese alguien es un totalitario intolerante.
Si alguien sugiere a un socialista que done su propio dinero a los pobres, ese alguien es un insolidario intolerante.
Si alguien que no es socialista exige la paz incondicional en una nación azotada por el terrorismo, si se defiende del terrorismo con la ley en la mano, ese alguien es un revanchista intolerante.
Si alguien exige al gobierno que haga progresar las políticas laborales para que podamos progresar y prosperar como sociedad, ese alguien es un retrógrado intolerante.
Si alguien se define no-anticlerical, ese alguien es un opresor intolerante.
Y por supuesto, quien tolera posiciones no-socialistas, o tolera posiciones contrarias a las de los aliados de los socialistas, ese alguien es, cómo no, un intolerante intolerante.
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Este gobierno, en nombre de la tolerancia, el pluralismo, la justicia, y bla, bla, bla, está llevando a España a situaciones de hace un siglo: alcoholismo generalizado, anticlericalismo feroz, desempleo masivo, analfabetismo crónico, sectarismo, conflictividad social, ruina económica, atraso, pobreza, hambre. Este gobierno nos quiere llevar de nuevo a la España previa a la Guerra Civil, cuando se estaba preparando una revolución socialista en la que, como repetían los diputados del PSOE una y otra vez, «si hay que fusilar a media España, pues fusilaremos a media España». Negándose a hacer la más mínima autocrítica, de los últimos años de la República agonizante, de la República que los socialistas estrangularon quemando iglesias, volviendo al pueblo contra el pueblo, y asesinando al líder de la oposición, como hizo el PSOE, el diagnóstico socialista es que todo iba bien hasta que llegó Franco y lo estropeó todo. Igual que Needleman, ese torpe, ególatra, intolerante, caduco, soberbio y acrítico montaraz con ínfulas de superioridad, incapaz de reconocer lo falible de su humana naturaleza, incapaz de reconocer que, como cualquier otro, era proclive a cometer un error estúpido, y que para ello se instaló en el error tirándose una y otra vez al foso de la orquesta de la Ópera de Milán en la esperanza de que nadie se diera cuenta de que se había caído la primera vez, en la incapacidad de reconocer sus defectos y tratar de presentarlos como virtudes, el socialismo español está empeñado en repetir sus errores una y otra vez, empeñado en mantener intactos sus defectos, y hacerlos pasar por virtudes, condenado, en suma, a no progresar. La diferencia entre Needleman y el PSOE es que Needleman se lanzaba al foso él mismo, y por lo tanto sólo era un peligro para sí mismo, a diferencia del PSOE, que, para no reconocer su error, nos lanza al abismo a nosotros, con la esperanza de que esta vez no surja ningún Franco que le agüe la fiesta de fusilarse a media España.